martes, 10 de enero de 2012

!Cuéntamelo todo!


!Mi voz por mi atada!
y me cerré mis labios sin pronunciar palabra alguna.
Sabiendo que atravieso una época de duro análisis de mi vida,  donde el mayor juez y verdugo soy yo misma, pedirme que le cuente todo me hace ver la infinidad de secuencias vividas y el trasfondo de cada una de ellas.
Respondí con evasivas rápidas y efímeras que solo le arrancaron frases firmes dejando mi voz empeñada en callar y asentir.
Dice haberlo odio todo por su trabajo, que no se asusta de nada, que no tiene miedo a escuchar.
Me recomendó copiar diariamente que cosas quiero dejar ir, objetivizar, como le llamó.

Sin embargo, aún sabiendo el valor divino de sus palabras, dudé, tartamudeé y casi lloré encontrando de nuevo fuerza en sentir y la mano de Dios acariciando mi cabello.

"Soltar todo, necesitas soltarlo, sacarlo de ti". Amarro enérgicamente los recuerdos buscando poder pedir perdón y pagar las culpas. Esas culpas de las que me siento  autora aunque el mundo me grite lo contrario.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, yo pienso que hay que soltarlo todo, todo, todo, hasta no poder más.
Eres valiente y podrás hacerlo.
Rezo para que así sea y puedas liberarte de esa culpa que tanto daño te hace.
Tu mereces darte una oportunidad.
Mereces toda la alegría de Dios.
L.