domingo, 8 de enero de 2012

¿Jugamos?


¿A qué edad se pierde el valor del juego? ¿El deseo de jugar?
En mi casa han venido los Reyes. Es una fiesta mayor, quizás la más importante de todo el Año.
En nuestro hogar se celebra todo y de una forma divertida y original.
De hecho, entre nuestro grupo de amigos nos llaman los encargado de fiestas y festejos. Dicho cargo tuvo un día de Navidad hasta su acto de entrega de la plaquita que nos acredita como tal.
Este año ha sido verdaderamente sorprendente y puedo asegurar y demostrar que no se trata de hacer una gran inversión económica sino de dejar volar la imaginación y luego darle forma.
Nuestro hijo gritó (literalmente) cuando bajó la escalera y vio toda la casa convertida en un escenario que poco tendría que envidiar Disney.
Como se ha corrido la voz, nuestra casa fue un desfile de familias amigas dispuestas a disfrutar de este día.
Un amigo nos dijo que nos felicitaba porque él hacía años que pasaba por encima de este día tan señalado y que había vuelto a ser niño. Comió rosco de Reyes después de décadas sin probarlo y tuvo la gran suerte de que le tocó la sorpresa. Vimos la emoción en su cara igual que la de nuestro hijo de 3 años.
Todos en el suelo, sin zapatos, rodeados de cientos de globos, chucherías por el suelo, juguetes, chocolatinas, libros, papel celofán, las coronas de los roscos...... todo, todo estaba en aquel panorama, por supuesto amarillo como le gusta a nuestro niño, dispuesto a hacernos pasar el mejor día del año.

Es el sueño de los niños y, estoy segura, que todos tenemos un niño dentro dispuesto a sentarse en el suelo y jugar con la casita de los Playmovil, el coche teledirigido, o el puzzle de Mickie.

Por la noche no nos podíamos dormir recordando y recordando y a la mañana siguiente el pequeñito se levantó dispuesto a jugar durante todo el día y diciendo: "papi, hoy a la calle no".

Feliz día de Reyes y.... ! a jugar!

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