miércoles, 28 de marzo de 2012

Cada cosa en su sitio

La importancia del orden es cada vez, a mi sentir, más valorada.

"Cada cosa tiene tiene su lugar", dicen los niños y bien cierto es.
Aun pareciendo una simple clasificación de los bienes materiales pasa a ser el motor de una buena convivencia entre iguales y con uno mismo.
Uno de los ejes fundamentales de las relaciones familiares es saber cada uno dejar las instancias de su hogar de forma que el otro sepa siempre donde encontrar o colocar cada objeto o utensilio.
El desorden por el contrario es caos y el caos se traduce en una perdida absurda del tiempo y la energía.
Si para encontrar unas tijeras tardo más de 15 minutos, no solo habré perdido dicho tiempo sino que además habré acumulado un enfado creciente desde que inicio el acto hasta que llego al fin.

Lo peor de este desorden es que conlleva una perdida del sentido o valor de los afectos. A quién debo amar, como debo amarlo o cuales son los pasos a seguir en las relaciones afectivas y sociales pueden verse muy mermadas si no tenemos claro la jerarquía de ambas facetas de las vida de los seres humanos.
Si trato con prioridad a mi pecera dedicándole mayor tiempo y cariño que a mis propios parientes, claramente un orden mal interpretado, puedo generar no solo conflictos familiares sino conflitos en mi propio crecimiento.

Educar, por tanto, en el orden, debe ser una tarea prioritaria en la educación de los niños pero que no debe cesar a lo largo de toda nuestra existencia.

Nunca llegamos a ser del todo ordenados, salvo tres o cuatro, por la facilidad en la que caemos inconscientemente de valorar de forma errónea nuestras sensaciones y apego a las cosas materiales y personales.

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